No podrás decir que has viajado a Indonesia si no has visto y experimentado Borobudur a fondo. El templo budista más grande del mundo está en la llamada «Jardín de Java». Se trata de una montaña totalmente artificial elevada por la mano del hombre en torno al año 800. Este templo, que se cree que puede ser la tumba donde descansan los restos del mismísimo Buda, está rodeado de frondosas selvas, arrozales y volcanes activos, lo que conforma un marco natural incomparable para uno de los lugares más santos, venerados e importantes del budismo en todo el mundo.
El templo está concebido a modo de mandala, un mapa del universo y de la mente del hombre en el que pueden experimentarse la unión, la conexión y la integración con el todo. Según la filosofía budista, el ascenso por esta «montaña mágica» que es Borobudur es en realidad un símbolo conceptual y visual del viaje del alma hacia el Nirvana, deshaciéndose del sufrimiento en este viaje o escalada. El ascenso de casi cinco kilómetros permite al creyente, al peregrino o al simple curioso admirar cientos de estatuas de Buda, que lo representan en diferentes momentos de su vida y que plasman de manera también simbólica muchas de sus enseñanzas.
Borobudur también dispone en sus distintas plataformas de más de dos mil quinientos paneles en relieve, que decoran los más de dos millones de bloques de piedra que configuran este inmenso monumento dedicado a Buda – de 42 metros de altura en su punto más alto –. Al llegar a la cima del templo, en la estupa central, podemos observar una enorme figura de Buda al descubierto, en contraposición con las esculturas presentes en los niveles inferiores, como símbolo de liberación e iluminación.
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