Cuando se estrenรณ The Chaser (2008), la รณpera prima de Na Hong-jin, pareciรณ algo mรกs que otro de los buenos thrillers a los que nos tiene acostumbrados la cinematografรญa surcoreana (quizรกs sea en este gรฉnero donde Corea de Sur ha tenido mรกs influencia en el panorama fรญlmico internacional[1], si bien su idiosincrasia parece difรญcilmente imitable de manera รญntegra en otros contextos culturales y de producciรณn). Mรกs allรก de su firme pulso narrativo y brillantez tรฉcnica, destacaba por una apuesta estรฉtica arriesgada, como es la de no conceder refugio a la audiencia en una obra oscura y furiosa (retrato de un submundo espeluznante en pleno corazรณn urbano, o sea, civilizatorio), inestabilizando todo asidero moral y negรกndose a reconfortar en su cierre. Se hablรณ entonces del gran talento de Na; y รฉste vino a confirmarse dos aรฑos despuรฉs (la pelรญcula nos llega, para no perder la costumbre, con retraso, pero celebremos que sea relativamente poco ยกy que venga en pantalla grande!).
The Yellow Sea sigue en esta lรญnea (roja), ademรกs de plantear un tema delicado y olvidado como es el de la precaria situaciรณn de los exiliados de Corea del Norte, tanto en la vecina del sur como en China, sus dos destinos habituales.
Durante las dos primeras partes de las cuatro en las que quiere dividirse esta pelรญcula, se nos cuenta la terrible realidad de un norcoreano residente en China, Gu-nam (Ha Jung-woo), quien despuรฉs de pedir dinero prestado a unos mafiosos para que su mujer pueda emigrar a Corea del Sur, se encuentra con que รฉsta no da seรฑales de vida ni le envรญa el dinero necesario para pagar la deuda, mientras se ve amenazado por los usureros y a punto de perder su trabajo de taxista. Desesperado, acepta una oferta que solventarรก sus problemas econรณmicos, ademรกs de permitirle viajar a Corea donde, tal vez, pueda reencontrar a su esposa; a cambio sรณlo tiene que hacer una cosa: matar a un hombre.
Durante el viaje y la estancia en su media patria, conocerรก la patรฉtica situaciรณn de otros inmigrantes del Norte, condenados a la pobreza, la marginalidad y la explotaciรณn. Hasta aquรญ, la atenciรณn de la obra estรก puesta en el drama humano, y el retrato de personajes y ambientes (sucios y descoloridos a travรฉs del tratamiento de la imagen) lleva la voz cantante de la narraciรณn.
El film, sin embargo, se distingue a simple vista de otras producciones con similar planteamiento temรกtico por medio del estilo. El director actรบa, especialmente a travรฉs del montaje (elรญptico y algo sincopado), sobre el tempo, dotรกndolo de un dinamismo que es ajeno al cine de raigambre social al uso.
La continuidad de esta tรฉcnica permite que el film no se rompa cuando, a partir del intento de asesinato por parte de Gu-nam de su objetivo, dรฉ un giro decisivo hacia el gรฉnero. Un gรฉnero que viene marcado, ademรกs de por el frenesรญ rรญtmico, por una violencia que transita de lo crudo a lo cรณmico conforme se torna hiperbรณlica.
Esta hiperviolencia, que una vez estalla serรก irrefrenable, sin duda darรก que hablar (y ahuyentarรก a muchos espectadores), como ya sucediรณ con la de I Saw the Devil (Encontrรฉ al Diablo) (2010) de Kim Ji-woon; pero lo lรณgico serรญa aceptarla como una figura de estilo de un cineasta, un gรฉnero y una cinematografรญa que han convertido el sufrimiento de la carne (y su estilizaciรณn) en un hecho diferencial.
La cosa tiene su lรณgica. La crueldad del film plantea un doble reto al espectador del que la pelรญcula saca provecho en tรฉrminos de discurso: por un lado cuantifica su aguante ante imรกgenes agresivas, no solo por su sadismo estremecedoramente explรญcito, sino tambiรฉn por su proximidad emocional (si bien ya he dicho que hacia el final se aplica cierta distancia irรณnica que suaviza su impacto), y con ello sigue expandiendo los lรญmites de la representaciรณn visual del cine (mรกs o menos) mainstream; y por otro, problematiza la identificaciรณn con los hechos y su protagonista, vรญctima y verdugo a un tiempo, hombre de bajos fondos capaz de sacrificarse pero tambiรฉn de matar (aunque sea a regaรฑadientes) para sobrevivir.
Hay que decir que esto, que ya ocurriera con The Chaser (si bien Joong-ho (Kim Yun-seok), el personaje principal de aquรฉlla, exhibรญa una moralidad aรบn mรกs cuestionable), no es patrimonio exclusivo de las cintas de Na Hong-jin, sino una caracterรญstica habitual de los mรกs perfectos ejemplos del thriller surcoreano contemporรกneo, con la conocida Memories of Murder (Bong Joon-ho, 2003) a la cabeza. Como escribiera Roberto Cueto, desde Corea se ha recuperado โesa ambigรผedad perdida para el gรฉnero en un Occidente obsesionado por la correcciรณn polรญtica, [poniendo] en un brete a los espectadores acostumbrados a ser manipulados en la direcciรณn adecuadaโ[2].
The Yellow Sea, pues, es un desafรญo. Un film que si no inventa nada, sรญ que lleva al lรญmite propuestas formales atrevidas. Y, salvo algรบn que otro desajuste de la trama, lo hace a travรฉs de un dominio absoluto de la expresividad del lenguaje (fรญlmico).
Lo mejor: Son dos pelรญculas en una pero no se nota. Lo peor: Algรบn agujero negro del argumento.
Por nuestro colaborador Jordi Codรณ
[1] Spike Lee estรก trabajando en un remake de Oldboy (Park Chan-wook, 2003) (!)[2] โUn nuevo cine para una nueva realidad (โฆ o las pelรญculas coreanas que los coreanos quieren ver)โ, en Elena, Alberto (ed.): Seul Express. La renovaciรณn del cine coreano (1997-2004). Madrid: T & B Editores, 2004, pg. 40